«En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca.» Supongamos
(sigo el método de terapia de grupo del psicólogo Richard Franklin) que yo le
hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo,
verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias
de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!
—Enséñemelo —me dice usted.
Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías
y un triciclo viejo, pero el dragón no está.
—¿Dónde está el dragón? —me pregunta.
—Oh, está aquí —contesto yo moviendo la mano vagamente—. Me
olvidé de decir que es un dragón invisible.
Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden
marcadas las huellas del dragón.
—Buena idea —replico—, pero este dragón flota en el aire. Entonces
propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.
—Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor. Se puede
pintar con spray el dragón para hacerlo visible.
—Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le
pegaría.
Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que
usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará.
Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible,
incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón
inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún
experimento concebible válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón
existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a
demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las
aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por
mucho valor que puedan tener para inspiramos o excitar nuestro sentido de
maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia
de pruebas, lo que yo digo.
"¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible,
incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón
inexistente?"
Este ejemplo claro, es en esencia, la pauta general de todas las pseudociencias, magias, creencias y leyendas.
Quiero abordar esta metáfora como una obra de animación a modo de manual de instrucciones, o de lección educativa.
Un cortometraje de animación de unos 2 minutos en el que unos personajes nos muestren la metáfora de la que habla Carl Sagan, y con ella, de una manera gráfica queden suficientemente esclarecidas las diferencias entre la ciencia y la pseudociencia. Este cortometraje servirá como enlace de todos los temas que deseo tratar. Además de el cortometraje, la obra contará con microproyectos en los que se tratarán los temas antes mencionados, siempre dejando en evidencia las fallas de los métodos pseudocientíficos, sea cual sea su campo de actuación.
Tengo pensado plantear un microproyecto cada dos semanas, en las cuales el tema pseudocientífico pertinente será tratado de manera diferente. He pensado en realizar reportajes fotográficos, así como vídeo
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